Pascual Rosser

Permítame que le cuente un secreto…

Opinión. Pascual Rosser Limiñana

| Radio El Campello

Permítame que le cuente un secreto…
Opinión. Pascual Rosser Limiñana

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Permítame que le cuente un secreto … Aunque no lo es tanto para su entorno familiar, lo que le voy a contar sí es desconocido para mucha gente. Me refiero a una particular faceta de un hombre noble, como la tierra que cultivó, como la madera en la que guardaba sus mejores vinos, como sus vecinos con los que cerraba tratos con tan sólo un apretón de manos. La palabra dada era uno de sus mejores patrimonios, además de los campos de vides y sus bodegas.

En tierra de Azorín fue donde se le despertó la inspiración. Allá por los años 50 del siglo pasado. Además de un empresario vinícola de éxito, supo llenar de palabras las hojas en blanco del papel de su libreta con versos, con prosa, para hacer su propia obra. Anónima y silenciosa, guardada en un cajón esperando una oportunidad para ver la luz. Sus hijos se la han dado, pasó por la imprenta para exponerse al mundanal escrutinio del público en general. Su título “Unos Versos, Ocho Cuentos y una Poética” de Salvador Poveda Luz.

Sí, Salvador Poveda Luz (Monóvar 1924-1981), lo ha leído bien. El alma del Fondillón por aquellas tierras, fue también un intelectual y mecenas. Fue fundador del Rolde Literario, de la Casa Museo Azorín y del Estudio de Pintura El Palera. Ahí queda eso, a nadie deja indiferente. A su vez, fue clarinetista de la Banda Municipal “La Artística” y miembro del Grupo Fotográfico de Monóvar haciendo un interesante archivo fotográfico.

Deje que le cuente algo más de la Casa Museo Azorín. En aras a no perder patrimonio bibliográfico y personal que había en Monóvar y en Madrid, en 1957 Salvador Poveda acompañó al entonces alcalde monovero Jaime Barberá para visitar a Azorín en la casa que tenía en la capital de España en la calle Zorrilla. Lo convencieron para hacer a su muerte un Museo en la casa de su familia sita en la calle Salamanca. Lo consiguieron. Y ahí está, para preservar el recuerdo y la obra de Azorín.

Para sus amigos, admiradores y conocidos, Salvador se fue de forma repentina demasiado pronto, dejando un legado como enólogo y como otras muchas cosas más, como le estoy describiendo, y como le voy a seguir contando.

Campechano y dicharachero, “Salvador Poveda ha sido a quien más le ha gustado la pequeña historia de Monóvar. Su amabilidad y comprensión era un regalo para los demás. Salvador tenía el don de la comunicación con todo el mundo y se ponía a la altura de su interlocutor sin que este se diera cuenta, sin que apareciera nunca la adulación o la superioridad”, en palabras del abogado y escritor Francisco Pérez Verdú.

Pero permita le diga unos apuntes biográficos de Salvador y su familia. Todo empezó con su bisabuelo. A finales del siglo XIX Francisco Poveda Vidal que, hasta ese momento era representante de los productores de vino de Monóvar, decide montar una bodega en La Goletja a las faldas del castillo monovero. A principios del siglo XX su hijo Salvador Poveda Corbí ya tenía una amplia clientela. Empezó a sentir que la bodega podía ser algo más, una gran empresa y con esta sensación fue ampliando su negocio y adquiriendo toneles donde guardar su vino. Este espíritu emprendedor, el conocimiento del entorno y cultura local, lo inculcó en su hijo Salvador Poveda Luz que lo amplió estudiando en la Escuela de Enología de Requena. Además, se licenció como Profesor Mercantil en 1946. En la antigua Escuela de Comercio conoció a Pepita Bernabé, quien sería su mujer.

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A su vuelta a Monóvar, modernizó la bodega instalando un laboratorio. Ya en los años 60 construyó una nueva nave de crianza con más de 200 toneles, una planta de embotellado, una zona de tratamiento y estabilización por frío con 30 depósitos, … Estaba poniendo los cimientos de una gran empresa exportadora de vino local para vender por todo el mundo.

Imitando a su padre y a su abuelo siguió elaborando Fondillón. Embotelló una solera de 1959 y presentó en sociedad el primer Fondillón moderno en el banquete que la Diputación de Alicante ofreció a los Reyes D. Juan Carlos y Doña Sofía en 1976 en una de sus visitas a Alicante. Les gustó tanto a los Reyes que desde entonces la Casa del Rey adquiere Fondillón para banquetes y actos oficiales. En 1979, el Rey D. Juan Carlos le entregó a Salvador la Medalla de Oro del Mérito Agrícola. Salvador Poveda Luz descubrió al mundo moderno esta joya del Fondillón.

“De él aprendí el amor al vino, al Fondillón, al arte y la cultura” – dice con admiración su hijo Rafael, enólogo también -. Y añade que “su aportación fue decisiva para la historia mundial del vino pues se encargó de recuperar el Fondillón de Alicante en el siglo XX”.

Hombre de mundo, Salvador amaba su tierra natal. En uno de sus cuentos, el que tiene por título “El canto del carretero” escribió de su personaje Leandro que “gozaba de la vida nómada, inquieta del viajero, pero añoraba siempre la quietud de su pueblo. En sus canciones lo decía. Había allí un cariño que lo ataba con fuertes lazos. Cuando volvía, encontraba, en su paz, la verdadera vida”. Bien podría imaginarse a sí mismo, camino arriba, camino abajo, emprendiendo, pero volviendo siempre a su Monóvar natal para encontrarse con los suyos y disfrutar de un buen vino Fondillón en cada tertulia.

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